Credits: Article and images by Israel Ortega @ Revolution Watch Magazine. See the original article here - https://revolution.watch/mxl/l-leroy-para-reyes-y-sonadores/
En el año de su 240º aniversario, L.Leroy se prepara para reclamar su lugar en la cúspide de la alta relojería con un regreso triunfal. Bajo la visión del Grupo Festina que encabeza Miguel Rodríguez, y la dirección de Hugo Lesizza, esta maison se alista para brillar en los Geneva Watch Days 2025. Sumérjase con nosotros en la fascinante trayectoria de este protagonista horológico, nacido en el romántico siglo XVIII.
En 1747, mientras Versalles aún susurraba bajo el roce de la seda y la Encyclopédie tomaba forma, un joven Basile Le Roy, de dieciséis años, cruzó el umbral del taller parisino del maestro Joseph Quétin. Con su contrato de aprendizaje firmado, este borgoñón se integró a la delicada sinfonía de la relojería francesa, un arte entonces moldeado tanto por los matemáticos reales como por los salones de la élite.


La Francia del Antiguo Régimen vivía embriagada por la precisión. Charles-Basile Le Roy, impregnado de este espíritu, fundó junto a su padre, en 1785, L.Leroy bajo las recién inauguradas arcadas del Palais-Royal. Desde su nacimiento, la casa fue nombrada Horloger du Roi —Relojera del Rey—, encargada de medir los minutos de Luis XVI y, posteriormente, de María Antonieta, consolidando su prestigio en la corte. Estos fueron los primeros clientes de una fastuosa lista de reconocidos sudarios de Leroy que incluyen nombres como Napoleón, Proust, Matisse, Roosevelt, Chopin, y Nobel, entre otros.
En 1828, Charles-Basile y su hijo Charles-Louis, bajo el nombre Le Roy & Fils, expandieron la empresa, colaborando con talleres relojeros del Jura suizo para satisfacer la demanda militar. En 1835, el tridente del Almirantazgo francés designó a Leroy como relojero del Ministerio de Marina, vinculando su legado al mar; sus cronómetros surcaron las aguas turbulentas en busca de la longitud. Dos décadas más tarde, en 1863, la reina Victoria otorgó la garantía real, coronando a la maison con laureles británicos. Estos honores proclamaron a Leroy insuperable en la medición exacta, un dominio refrendado por 384 medallas de oro en cronometría, un récord imbatido que aún deslumbra.


El apogeo llegó en 1900. Louis Leroy, nieto de Charles-Basile, presentó el Leroy 01 en la Exposición Universal de París: un reloj de bolsillo con 975 piezas, 24 complicaciones y una carátula que desvelaba la hora sideral, media y decimal con opulencia barroca. Durante ochenta y nueve años, fue el reloj más complejo del mundo, superando incluso al Calibre 89 de Patek Philippe. La plaza Saint-Amour de Besançon, cuna de los cronómetros marinos franceses, se transformó en su santuario, donde Charles Piguet perfeccionó el ébauche con una devoción casi litúrgica.
Tras la muerte de Louis y su hermano Léon, codirectores de la empresa, en 1935, L.Leroy se trasladó al discreto número 4 de la rue du Faubourg Saint-Honoré, donde permaneció en un silencio intermitente hasta 1980, durmiendo hasta que, en 2004, Miguel Rodríguez, al frente del Grupo Festina, reavivó su nombre.


En 2025, bajo las arcadas que antaño acogieron al brillante Basile, L.Leroy renace. La línea Osmior revive las grandes complicaciones, mientras los cronómetros Marine rinden homenaje al viento salino que guió a los galeones franceses. Esta dinastía, forjada junto a escapes iluminados por velas, avanza ahora con altas complicaciones y galardones de cronometría, susurrando un pacto eterno: el tiempo, medido no en segundos apresurados, sino en los siglos pulidos de la artesanía. Permanezca atento a un resurgimiento que promete emocionar y redefinir el legado horológico surgido en 1785, la era más romántica de la relojería mundial. Bienvenida de vuelta, L.Leroy.
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